miércoles, 24 de julio de 2019

LA CONFESIÓN DE LOUSTEAU




(2018)


Cuando maliciosamente nuestro interlocutor lanza argumentos ridículos e irresponsables, cuando emite disparates a modo de burla y, sobre todo, cuando no existe en él ni una pizca de buena voluntad en la búsqueda de la verdad, no pesa sobre nosotros obligación alguna de continuar el diálogo.
Bien pudiéramos elegir no dialogar, como el mismo Jesucristo decidió no entablar conversación con Herodes, cuando fue llevado ante la presencia de aquel excéntrico e injusto monarca.
También cabe resaltar que a estas alturas los argentinos ya hemos oído DE TODO y ciertamente pocas son las ganas de responder a los disparates que nos llevan a discutir si los embriones humanos son "larvas" y si esas larvas pasan a ser personas cuando escriben su primer poema.
Sin embargo, aún hay argumentos tan repudiables como reveladores a los que no podemos dejar de, como mínimo, hacer mención considerando lo que ponen a la vista. Argumentos repudiables porque manifiestan un total desprecio hacia la dignidad humana. Argumentos reveladores porque descubren los verdaderos pensamientos de los promotores del aborto.
Nos referimos puntualmente a las terribles teorías con las que el diputado Matín Lousteau justificó su voto criminal, el 13 de junio en el Congreso de la Nación.
Sorprendidos lo oímos decir que el valor de la vida proviene simplemente de un acuerdo social. Asombroso. ¿De manera que el valor del ser humano se determina de la misma manera en la que se dispone el precio de la yerba mate o de la soja? ¿Basta un mero acuerdo de voluntades? ¿A eso se refería el señor Lousteau?
¡Ah! Pero eso no fue todo. Para este diputado no solo es correcto que cada sociedad elija a su criterio qué valor darle al ser humano, sino que también es loable que este "valor consensuado" se dé en relación a la calidad de vida de cada persona. En otras palabras, según tu "calidad de vida" es el valor que tendrás en la escala lousteauniana de tasación de seres humanos. Sí, porque cuando ya parecía haber acabado, culminó su ponencia sentando firmemente todos sus argumentos abortistas en la idea de que existen "CALIDADES DE VIDA DISTINTAS". Una de estas "calidades de vida diferentes" sería la calidad del niño por nacer y por eso, para eliminarlo lícitamente, sólo bastaría ponernos de acuerdo entre los que gozamos de una "calidad de vida superior".
Nos preguntamos si Lousteau piensa aplicar su teoría también en los casos de enfermos graves, niños discapacitados, sordos, mudos, analfabetos, personas en situación de calle, etc.
¿No habrá "calidad de vida distinta" también entre el mismo Lousteau y quiénes no cobramos un sueldo de diputado? ¿Barajará este funcionario la posibilidad de disponer de la existencia  de todos aquellos que no tenemos su misma calidad de vida?
Quizás deberíamos agradecer la sinceridad de este nefasto personaje. Agradecer, porque mientras los abortistas, mayoritariamente, ni siquiera mencionan al niño que buscan asesinar, este diputado dejó muy en claro su criminal pensamiento. Sabe que hay una vida humana y no ignora que se trata de alguien inocente. Pero ese "alguien" molesta y (ya que su "calidad de vida" es "diferente") vale eliminarlo.
Escuchando los retorcidos razonamientos de Lousteau, es casi imposible no recordar  las palabras de Jerome Lejeune, militante pro-vida y uno de los más grandes genetistas de la Historia, quien decía:
"A QUIENES DESEAN ABORTAR LES DIGO: DIGAN QUE ESTE NIÑO LES MOLESTA Y QUE QUIEREN MATARLO, PERO DIGAN LA VERDAD"
Lousteau responde a tal pedido. Tenemos a un diputado que confiesa.



-Julieta Gabriela Lardies

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